Volvamos a Hernán Peraza
Que está ciego enamorado
Todo su empeño ha gastado
Por si puede darle caza
Siempre urdiendo mala traza
Un banquete organizó
Y a Hupalupu invitó
A su palacio de tea
Donde la cosa se enreda
Como más tarde se vio
Tuvo muchos convidados
A los que obsequió cabrito
Con manjares exquisitos
Y vino aromatizado
Siguen todos animados
Y a Hupalupu le ofreció
Una copa en que escanció
Un narcótico con vino
Que le hizo perder tino
Y aletargado cayó
El conde, cuando lo vio
Quedó alegre y placentero
Montó a caballo ligero
Y a casa de Yballa marchó
Ella a la puerta asomó
Pero bien pronto se esconde
Cuando reconoció al conde
Que con gritos la llamaba
Yballa no contestaba
Ni le abre, ni responde
Cuando el viejo despertara
De su profundo letargo, exclamó
¡Mi Dios, qué amargo!
Cuando en su hija pensara
Que ese vil pueda llegar
A lastimarle su honor
¡Oh Dios, qué cruento dolor
En mi alma alojaría
¡Venganza me tomaría
Contra ese infame traidor!